Absorta
La vi..., cara a su libro,
envuelta en sus pensamientos,
de entre sus páginas leía
narrativa y sus misterios.
El libro iba menguando,
poema a poema..., verso a verso,
y la claridad de la tarde
se hacía patente en su pelo.
Miraba y no miraba...
¡Absorta estaba leyendo!
Algo musitan sus labios
que escucharlo yo quería...,
pero oírlo yo no puedo,
No hay, amiga mía,
como un buen libro..., y leerlo;
así se nutre la mente
y se forma el intelecto.